Los que seguimos viviendo el 19s

Versión de este ensayo en inglés, aquí.

No había sentido la necesidad de escribir sobre mi experiencia del 19s. La verdad, siento que mi historia no es tan importante como otras historias. De alguna manera me siento un poco farsante porque yo estoy viva y no me fue tan mal (yo y mi obsesión por “no causar molestias”). Pero hoy pienso que tengo la responsabilidad de decir algo que pueda ayudar a los que estamos en situaciones similares, porque no me parece justo que estemos a inicios de noviembre y tengamos un gobierno desaparecido. Al final, sí debo de aceptar que me pasó algo y sigo viviendo con las consecuencias del temblor.

Así que esta es la historia de cómo nos quedamos sin casa y no hay nadie del gobierno ayudando (aunque los comerciales digan que sí). Soy Sabrina y vivía junto con mi novio Julio y mis perros (Tomasa y Afgan), en un departamento en la colonia Roma. Llevábamos poquito más de un año viviendo ahí y la verdad teníamos una GRAN vida. Ambos trabajamos mucho, yo desde casa y mi novio en una oficina en la Condesa, todos los días sacábamos a nuestros perros a pasear, nos gustaba ir al cine a la última función, hacíamos ejercicio y disfrutábamos mucho de regar nuestras plantitas.

Nuestro edificio en Morelia 107, Roma Norte

 

Primero nos tocó el temblor en la noche del 7 de septiembre y hasta ese momento de mi vida, nunca me había asustado tanto, pero uuuuuff sobrevivimos al temblor más fuerte en años. Ya la hicimos (ja). Nuestro edificio se dañó poquito en la fachada, pero nada estructural. Supongo debimos haberlo mandado revisar y pagarle a algún estructurista en ese momento, pero la verdad, no tuvimos ni tiempo, seguíamos esperando a que Protección Civil lo fuera a ver cuando nos volvió a temblar el 19.

Estaba en clase de ballet y después de una serie de saltos me mareé raro, volteé a ver unas cosas que están colgadas del techo y las vi moverse, iba a avisarle a mi maestra cuando el temblor nos aventó. Intentamos ir a un salón que está frente al mío donde se supone que es el área segura de ahí, pero no abría la puerta, regresamos a mi salón (no entendí bien para qué, supongo que fue nuestro estrés) y ahí se me cayeron unos tubos encima. Confusión, confusión. Listo, ya estamos afuera, fuimos las últimas. Abajo me di cuenta que sólo traía zapatillas de ballet, pero al menos había podido agarrar mi celular. Me llamó mi novio y me puse a llorar, aunque hasta ese momento no podía siquiera imaginar lo que había pasado en la ciudad. Subí a ponerme zapatos, agarré mi bolsa y sólo pensaba en lo asustados que debían estar Tomasa y Afgan y me sentía bastante culpable de no estar ahí con ellos. Avisé a mi familia que estaba bien, vi que todos contestaron y empecé a caminar. Cuando llegué a Reforma entendí muy poquito de lo que había pasado. Vi gente ensangrentada, algunos se habían tropezado, a otros les cayeron algunos trozos de fachadas, muchos llorando asustadísimos.

La primer noticia que tuve de mi casa fue por mi amiga Yare, me dijo que había visto una foto de un edificio dañado muy parecido al mío y me preguntó que cómo estaba. Al mismo tiempo los vecinos empezaron a decir que el edificio se veía muy mal. Chale.

Nunca pensé que el metrobús no fuera a funcionar y cuando me di cuenta le marqué a mi mamá, no sabía cómo llegar a mi casa y ya tenía pánico para ese punto. Lloré y asusté a mi mamá (perdón ma); pero me sirvió mucho, ya con eso me calmé y dije: Estoy bien. Voy a caminar.

Ya que vi que a pesar de la relativa cercanía, llegar caminando a mi edificio no sería fácil, llamé a mi novio y le dije que se fuera para allá, tal vez él podría llegar antes en coche. Caminé lo más rápido que pude, sentía el sol de la chingada y aunque me ponía y me ponía bloqueador, no me sentía mejor. Iba esquivando obstáculos por todos lados; hazte para allá porque se derrumbó esa fachada, corre para acá porque hay una fuga de gas, ahora brinca el andén del metrobús porque los coches se quedaron estorbando y ni idea de dónde estén los conductores, rodea al grupo de gente llorando. Llegué a Chapultepec y Cuauhtémoc y vi a un muchacho en moto y le grité que si me llevaba, ya sólo me faltaban unas cuadras pero estaba agotada, un policía me dijo que mejor no, el muchacho no traía casco para mí y todavía había mucha gente en la calle, era peligroso. Le hice caso y seguí caminando-trotando.

Cuando iba llegando sentí mi corazón salirse. Estaba todo acordonado. Vi a Israel, el vigilante, afuera y me dijo que Julio ya estaba en el edificio. Llegó un señor de protección civil y me dijo que no entrara porque se iba a caer y obvioooo le dije que igual iba a entrar y me dijo: Pues ahí tu verás; si hay réplica, se cae. Mierrrrda nos vamos a morir. Israel me acompañó hasta el primer piso y corrí los restantes 5 pisos. No podía respirar del pánico, me sentía temblar, pero pensaba en que tenía que llegar a mi departamento y ayudar a que bajaran. Cuando llegué, abracé a mi novio, que ya tenía a los dos perros y me dijo que traía las laptops y estaba agarrando los pasaportes y las visas, que sólo agarrara la computadora de escritorio. Vámonos para abajo. Él pensó en todo cuando yo no podía pensar en absolutamente nada. Después él volvió a entrar para rescatar al perro de alguno de los vecinos y yo, con el estómago revuelto, pidiendo que ya no entrara. Ya que salió nos instalamos en el parque. Estuvimos ahí un ratote sin saber bien qué hacer, no sé qué esperábamos… ¿A que se cayera? ¿A que nos dijeran que no se iba a caer? No sé. Veíamos a otros vecinos sacar y sacar cosas, pero yo no me animaba. Pensé que todo lo de “valor” ya lo tenía. Me molestaba que me llegaran mensajes, tenía súper poquita pila y la verdad, no quería hablar con nadie. Llegaban personas con chaleco y nos decían que no entráramos, que se iba a caer y yo, como no soy experta en estructuras, pues les creí a los señores con chaleco y casco.

Después de lo que sentí como horas, decidimos irnos a casa de mis papás con el sentimiento de que había una probabilidad muy grande de que se cayera el edificio y de que nos quedáramos sin nada. Sí, estábamos vivos, pero todo nuestro trabajo podía caerse en cualquier momento.

Al día siguiente fue un ingeniero voluntario a decirnos que no se iba a caer el edificio y todos aplaudimos, llegó con trabajadores y apuntalaron los balcones que estaban más débiles. Más y más ingenieros voluntarios fueron a revisar el edificio y todos dijeron lo mismo, pero había que quitar los muros que estaban en riesgo de caer. Llegaron muchísimos voluntarios a sacar escombros, incluyendo a mi familia y un par amigos, todos con palas y cubetas limpiando lo que, hasta un día antes, era donde vivíamos. Llegó otra amiga a darme ropa porque no había podido sacar nada todavía, mientras otra amiga me ayudaba a entregar cosas de trabajo a tiempo y yo en ese momento no podía de tanto amor por mi red de apoyo ❤

Toda esa semana no sabíamos qué carajos hacer. Nos entregaron miles de dictámenes preliminares donde dicen lo mismo: No se va a caer. ¿Y luego? No pueden vivir en él porque sí está peligroso. Ay pues obvio. Pero, ¿qué hacemos ahora?

Que hay que esperar a que alguien de la delegación lo venga a ver para que nos haga quién sabe qué. Bueno, mientras vamos por el cheque de apoyo, 6 horas formada y listo. Necesitamos a un DRO, hay que esperar a que el gobierno lo mande. Bueno, no. Si nos esperamos a que ellos lo manden, quién sabe cuándo llegue. Hay que conseguir uno nosotros y que nos haga un presupuesto de un examen estructural. ¿Qué cuánto cuesta? Mínimo $150,000. No mames. Ya pasó un mes. Puños arriba, 3 minutos de silencio. Mi papá en el estrés total porque también se dañó su oficina. Y del gobierno, nada. Cuota extraordinaria para pagar el examen estructural. Que la señora del primer piso no quiere pagar porque quién-sabe-qué. Que hay que conseguir los planos estructurales del edificio. Nadie los tiene. Vamos a la delegación. Que los entregan en 3 semanas en la delegación. Uy que todavía no están y no hay para cuándo… Y en eso estamos.

Nos cambió la vida y tuvimos que dejar muchísimas cosas y gastar en muchas otras, seguimos sin sacar todas nuestras cosas porque ni tenemos dónde meterlas y las mudanzas quieren cobrar más porque les da miedo el edificio. Pero tuvimos suerte, estamos vivos y estamos juntos, nos prestaron una casa en Azcapotzalco que, aunque un poco descuidada, es un espacio donde podemos estar bien por un tiempo.

Somos más o menos 29 familias del edificio de Morelia 107 en la Roma Norte en la incertidumbre total. No sabemos cuánto tiempo pase, no sabemos cuánto dinero va a ser y los gastos se siguen acumulando. Pero del gobierno… nada. Que dicen que el examen estructural tendría que ser gratis, pero va más de un mes y no ha ido NADIE. Que dicen que nos van a dar unos préstamos con el 9% de interés. ¿Cómo? ¿Pero no se supone que hay fondos y donativos?

Escribo esto porque no quiero que quede ni un poquito de duda. El gobierno NO está reconstruyendo esta ciudad. Lo estamos haciendo nosotros, las personas, los vecinos. Con nuestro dinero, nuestros recursos, nuestro tiempo. Nosotros sólo nos tenemos a nosotros. Esos que gobiernan no están haciendo nada. Lo mismo que el 19s, quienes se están moviendo, son las personas, son mis amigos, mis vecinos, mis familiares. NO EL GOBIERNO.