Gordxs y felices

Hace unos días salió la noticia de que una modelo de Victoria’s Secret, Erin Heatherton, había renunciado a la marca porque le pedían bajar cada vez más de peso antes de los desfiles. En una de las muchas notas venían las medidas y peso de varias modelos. Y la verdad me asustó. Para empezar, la idea de que esta información esté ahí me perturba, como ¿quién la investiga o para qué? Me parece de lo más raro. Pero también las medidas de las modelos eran de susto; la mayoría medía en promedio 1.78 y pesaba 48-55 kilos. Si bien no debería de estar juzgando a nadie por su peso (hay gente que naturalmente es así), no puedo evitar sentirme incómoda. Es extraño pensar que ellas son los estándares de belleza; no es porque estén mal, es que están irreales. Nadie (o al menos no la mayoría de las personas) puede vivir por siempre haciendo lo que ellas hacen para mantenerse así sin pasar factura a su cuerpo y a su mente. Y aquí estamos todxs, creyendo que así nacieron y que si tenemos suficiente voluntad, así nos podríamos ver. Pero el caso de Erin nos demuestra que no es cierto. Aquí una de las notas.

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Ariana Grande en un desfile de VS, igual de asustada que nosotras por el caso de Erin Heatherton

Después vi los comentarios de esa noticia. Yo sé, mi peor error siempre es revisar los comentarios porque de verdad pierdo fe en la humanidad; pero bueno, lo hice. El asunto es que algunas personas –muy pocas- se quejaban de lo flacas que eran. A lo que otros –muchos más- respondían que es lo mismo con la gente gorda que se la pasan “tratando de meter su agenda de gente gorda a la fuerza” (esteee… ¿qué?). Es decir, a la gente le incomoda que una persona obesa o con sobrepeso salga y diga: “Oigan, estoy feliz y no me voy a esconder”. Pero no les incomoda que un periódico decida difundir el peso y las medidas de las modelos de Victoria’s Secret cuando una de ellas está diciendo claramente que no está conforme con la presión que se ejerció sobre ella para tener “el cuerpo”. No entiendo nada.

De pronto resulta que todo el mundo se preocupa por la salud de los demás, en especial de lxs gordxs; la salud física, claro. No vaya a ser que sean personas felices porque eso sí no lo aguantamos. ¿Un gordo feliz? Guácala, es un horror, un pecado. ¿Y los flacos? No pues ellos ya son felices por ser flacos. Gracias. Bye. Asunto resuelto.

Pero entonces me quedé pensando: En realidad nadie quiere ser gordx. Así que alguien que se asuma gordx y feliz es de lo más revolucionario e increíble que puede hacer. En general, que alguien, sin importar su cuerpo decida que se quiere y que las opiniones de los medios y los demás le valen, es increíble.

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Y aquí me dirán pero noooo, porque también es un problema de saluuuuud y la gente se muere. Bueno, para empezar, todo en esta vida mata, incluyendo tomar mucha agua o desinfectar mal las verduras o vivir en esta ciudad tan contaminada. Así que no nos asustemos tanto.

Regresando a nuestro punto; toda nuestra vida nos han metido en la cabeza que el personaje gordo es el personaje secundario en la vida. Que es el objeto de burlas, de asco, de desdén, el que no tiene voluntad ni la tendrá, el que se debe conformar con ser el segundón. Nos enseñan que la mujer flaca, de buen cuerpo, es la que será feliz, la que tendrá el marido, la casa, los hijos, la admiración y la que siempre será la protagonista. Se espera que asumas tu gordura con la cabeza baja y en silencio, castigándote por no verte como se supone que deberías verte. Hasta que adelgaces puedes ser feliz. Antes no.

Entonces a todo el mundo se nos mete una esperanza muy rara, la de “el día que baje de peso”; dejas en el clóset tus pantalones que en 2002 te quedaban perfectos porque juras que algún día los volverás a usar. Pero no pasa, o tal vez sí, da igual porque tienes de dos durante todo ese proceso: Odias el cuerpo que tienes en ese momento y te castigas todo el tiempo. O aceptas que así eres y te empiezas a querer. Yo siempre voy a apoyar lo segundo. QUERERTE. QUERERNOS. QUERERME.

En mi caso personal, creo que siempre he tenido mi autoestima bastante alta, pero hubo un día que cambió todo para mí. Estaba en el carro con mi novio, íbamos sobre reforma y como si fuera Gus-Gus, se subió mi playera, en eso me di cuenta: Me estaban saliendo estrías en la panza por gorda.

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Yo, cuando se subió mi playera.

Me puse a llorar, pensé que era el peor castigo divino. Hay mujeres que las portan con orgullo, porque son marcas de que son mamás y las ven como rayas de tigres porque son unas guerreras y tal. Chido por ellas, pero YO NO. No tenía ninguna otra justificación más que: me pasé de tacos. Creí que se terminaba el mundo. Qué pena. Así que fui a una nutrióloga y bajé como 15 kilos. Una cosa era tener panza y otra era tener cicatrices por gorda. Mientras hacía dieta me di cuenta de algo: está de la chingada pasársela pensando en la comida y en el cuerpo. Estaba obsesionada con lo que podía o no podía comer, pasaba horas frente al espejo y me di cuenta de que estaba en el borde de tener un problema. Así que decidí dejar de hacer dietas y en su lugar, empecé a pasarla bien. A veces subo de peso, a veces bajo, pero me da igual. Todas las mañanas me despierto y digo: «Sabrina, ¿qué pedo con lo guapa que estás?». Se siente bien no tener que pedir perdón por mi cuerpo (ni a mí ni a nadie). Las estrías siguen ahí y no las odio. Tampoco las porto con orgullo desbordante, sólo es una reacción de la piel al crecimiento, así como mis estrías en las rodillas cuando de repente ya medía 1.70. Me dan igual.

Pero para esta sociedad, lo que yo estoy haciendo es un pecado. Yo debería estar pensando todo el tiempo en tener piel perfecta, cuerpo perfecto, pelo perfecto, ya sabes, para gustarle a los hombres. Esta sociedad se beneficia de que yo dude de mí misma. Le conviene que yo gaste en cremas y productos milagrosos que me darán el cuerpo perfecto y así, mantenerme a raya. Al carajo, esa vida no es para mí, ni para nadie.

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El estigma que rodea a la gente con sobrepeso es enorme, tanto que constantemente usamos la palabra gordx como insulto y duele terrible cuando te la dicen. Tu “problema” está ahí, visible para todos, listo para que la gente opine sobre tu cuerpo o te quiera dar consejos que nunca solicitaste. Así que no es fácil.

Por eso hay que re-significar la palabra. Por eso hay que parar la gordofobia. Por eso, dada la opción, siempre elegiré y preferiré a lxs gordxs felices, a los que luchan por que los traten como personas y no como seres defectuosos. Al final, cualquier problema alimenticio viene del mismo punto: autoestima. Y pienso, si la gente con sobrepeso cada vez conquista más espacios y abre más la conversación para que todos nos tengamos amor es más fácil que los problemas de autoestima desaparezcan, ¿no?

Seamos sinceros, la cantidad de flacos súper flacos que vemos en las revistas, películas, series, comerciales es irreal comparada con la cantidad de gente con sobrepeso. Las dietas milagrosas, las rutinas de ejercicio, los “cómo recuperó su figura” (como si antes fuera algo amorfo) también están por todos lados. Pero hay muy pocas cosas que nos digan: “Hey, está bien quererte. Sin importar el tipo de cuerpo. Lo que comes no define lo que vales”. Y a la gente que lo dice y lo hace inmediatamente los tachan de estar propiciando una mala salud. Hace un tiempo leí que había un estudio sobre cómo se sentía un grupo de adolescentes sobre su cuerpo antes y después de hojear una revista cualquiera; el asunto es que muchas se sentían tristes en el después… qué horror, ¿no? Entonces, ¿quién propicia la mala salud?

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Quiero creer que estas generaciones que están creciendo con modelos con cuerpos más diversos, tal vez tendrán más oportunidad de ser felices que la nuestra y las anteriores. Los espacios son mínimos. Pero están ahí. Lo que muchos movimientos de “quiérete a ti mismo” y de parar la gordofobia buscan no es decir que la gordura es lo máximo y que ahorita todos deberíamos de ir por unos chicharrones. Lo único que quieren es que todos nos tengamos un poquito de amor. Y que si sí fuiste y comiste chicharrones, no significa que merezcas ser castigada, humillada, maltratada o que mereces menos amor. Mientras más amor haya en el mundo, menos problemas. Y yo no le veo nada de malo a eso, ¿ustedes sí?

No encontré crédito de muchas de las ilustraciones, si saben de quién son, pasen el dato.